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Datos Biográficos

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Guachapala  pequeño pueblo perteneciente al cantón Paute, provincia del Azuay, era para 1951, vivía el hogar de don César Guillermo Zea Jaramillo y doña María Angélica López López, él era policía y ella estaba dedicada a atender su hogar; en este hogar nació el 26 de julio de 1951 el niño César Eduardo Zea López.

Los estudios primarios los hace en la escuela “Eloy Alfaro”, la secundaria la cursó en el Normal Superior “Don Bosco”, César fue un buen estudiante y un gran deportista, el 15 de julio de 1973 se gradúa como bachiller normalista y al siguiente año ingresa como profesor en la escuela fiscomisional “Santiago”.

Un día de agosto de 1972 se despidió de su tierra y sus amigos, atrás quedaba la ciudad en cuyo seno forjó su personalidad; recibió la bendición de su madre y se fue a forjar su destino.

Para un joven bien preparado, sin vicios y deportista, el ingreso a la Escuela Superior de Policía no fue un problema, su amigo de siempre el teniente Oswaldo Montalvo Cozar, sería su apoderado y guía. En la escuela templó su carácter, aprendió las técnicas de su profesión, robusteció sus valores personales y profesionales, y en 1975 se graduó como subteniente de policía e inició una profesión que tiene como insignia y norte: servir, y hacerlo en todas las regiones de la Patria.

En abril de 1976 en la iglesia de Bellavista de Ambato se caso con doña Cecilia Cruz. Su hogar fue bendecido con dos hijos: César Eduardo y Mariuxi Viviana Zea Cruz.

En la década de los 70 aparecen en nuestro país manifestaciones de nuevos y más crueles delitos: atentados terroristas, secuestros, asaltos a mano armada, extorsión y narcotráfico; la sociedad ecuatoriana se conmociona y como siempre la policía da la cara y responde creando dos unidades con las mejores características técnico profesionales: el Grupo de Intervención y Rescate como Unidad Táctica y la Unidad de Investigaciones Especiales como Unidad de Inteligencia; se recluta el personal mejor capacitado en estas áreas y el capitán Zea es incorporado a la Unidad de Inteligencia. Luego de un severo proceso de entrenamiento y especialización, cumple brillantes acciones con su Unidad para derrotar al mayor mal que amenazó a los ecuatorianos en la década de los 80: la subversión y el terrorismo.

En los primeros días de junio de 1989 la U.I.E.S. descubrió una banda internacional de delincuentes; en la tarde del jueves 15 de junio se planificó la captura de sus miembros; César Zea estaría al mando de una de la Unidades involucradas. Aproximadamente a las ocho de las noche recibieron información de que los delincuentes se encontraban en Pomasqui; un grupo operativo los enfrentó, la tranquilidad de la noche fue herida por ráfagas de fuego, con el saldo de un oficial y dos policías heridos y los delincuentes que fugaban en dirección a Quito, acontecimiento trágico y admonitivo de lo que vendría después.

A las nueve de la noche, el grupo de antisociales llegó a la casa No. 650 de la calle Naula y penetró en ella, afuera el capitán Zea y sus hombres tomaron posiciones, un frío intenso atenazaba el ambiente; ellos a pesar de estar inquietos permanecían confiados, eran profesionales competentes que asumían los riesgos conscientemente, gente acostumbrada a actuar, hombres que habían hecho el juramento de defender a la sociedad ecuatoriana y sus derechos, no como un acto formal sino como un compromiso solemne y definitivo que estaban dispuestos a cumplir.

Los delincuentes salen del local y el capitán Zea les intima prisión, él aprendió y practicó siempre el respeto a sus semejantes, incluyendo a los delincuentes, y pretendió detenerles sin el uso de las armas; la respuesta fue una locura de violencia, ráfagas de metralla endieron la noche, gritos y maldiciones, dos cuerpos que caen y los delincuentes que huyen; a la luz mortecina del sector los policías atónitos no pueden dar crédito a lo que ven sus ojos: en un gran charco de sangre yace el cuerpo acribillado de César Zea; le alcanzó, dicen los expertos, una ráfaga vertical disparada no para cubrir una fuga sino para asesinar sin posibilidades de salvación, pues los catorce proyectiles le impactan de la cabeza a los pies: murió instantáneamente.

 

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